— ¿Papá me puedes explicar otra vez lo de dios y los sueños?
— Hijo mió, cuando el placer se repite con excesiva frecuencia se convierto en vicio. Pero bueno, lo contaré como si fuese la primera vez.
Mira hijo, el sentido de la vida lo descubrí el otro dia mientras dormía plácidamente. Nuestro
mayor anhelo es ser dios. Tan simple y tan complicado. Soñé contigo y con mamá y con el abuelo.
Soñé hasta con el trabajo. Y en todo encontré a dios reflejado. Comprendí que lo que deseo es crear, dar vida. Quiero ser el que tome todas las decisiones. Que de mi dependa todo. Porque yo soy todo. Pero también me di cuenta que este mundo se me queda pequeño y decidi hacerme uno para mi. Como hizo Dios. Asi que trabajé duro y creé, como solo él crea, un mundo perfecto. Y cada noche viajo hasta él. Cada noche sueño y me convierto en dios, porque en mis sueños yo soy el amo de todo lo que me rodea. Porque en mis sueños yo, con mi puño de acero, decido quien vive o
sobrevive. Y es que hijo, el hombre vino a este mundo a ser dios. Pero somos tantos, que nos falta mundo y por eso necesitamos un mundo para cada uno. Porque, como dios, somos celosos y no aceptamos a otro dios cerca. Deseamos que se nos quiera y se nos tema, ¿lo entendiste?
— ¿Papá y no será acaso que el sentido de la vida es encontrar a dios?
— Eso es, hijo. Porque nuestro único fin es encontrarnos a nosotros mismos.