viernes, 31 de octubre de 2025

MAYO


Sentí como se acercaba, me reconfortó notar su presencia. Sabía que era él, por supuesto. Él no me podía escuchar. Yo no lo podía ver. Pero ambos nos sentíamos. Note cómo cogió mi mano. La apretó con dulzura. Con el dorso de la otra mano acaricio mi mejilla. Sentí como se estremecía hasta los últimos recovecos de mi maltrecho cuerpo. Acercó su cara a la mía y al oído, como saboreando cada sílaba, me dijo: “Mamá, te quiero”. Él ya nunca sabrá que en ese instante le contesté: “Y yo a ti, eternamente”. Mi frente recibió un besó del mismo modo que lo haría al día siguiente, pero esta vez mi frente aún no estaba yerma. Malditos los besos estériles que se desperdician. Ya nunca me lo dirá más al oído, pero su “te quiero” y el mío flotarán perpetuos por el universo.