Para algunos no es más que el refugio de los infames o el vivero de perversiones y perversos. Esto que no me parece del todo mal y ni mucho menos equivocado, creo que es una visión sesgada de la realidad. La noche no es sino un momento mágico de la creación. Un momento defenestrado por temerosos siervos de la nada. Sólo se puede temer lo que se conoce y la noche es una gran desconocida. Cada día es una vida.
Nacemos de la oscuridad (del sueño que es la noche) y acabamos muriendo (durmiendo en la oscuridad), entremedias cada día es incierto como cualquier vida. Así que vamos de una noche a otra noche como en la vida, en la que nacemos de la oscuridad de la noche en el seno materno y expiramos al final de nuestra vida, encontrando la noche eterna. En la noche es donde realmente vivimos, donde los sentidos que habitualmente utilizamos se ven mermados y nos vemos obligados a agudizar otros. Esto nos hace ser más sensibles.
La noche incita al verbo, a la poesía, a la imaginación, a la creación. La noche es la compañera fiel del
creador de ilusiones, que de ilusiones vive. En la noche se ama y se desarma nuestra alma. No hay mejor confesión que aquella que es murmurada al amparo de una débil luz que nos acompaña en la noche. Cada noche es nueva.
Cada noche es mía. ¡Qué consuelo da saber que en tu regazo descansaré durmiendo el dulce sueño de los que supieron apreciar tus delicias! Quiero alzar vigoroso mi copa y brindar por ti, mi fiel ama. Por ti, noche, ¡nos veremos!
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